domingo, 27 de enero de 2013

Novela. 1

Por Nidya Areli Díaz.

1.El doctor C’ell con su nuevo cuerpo


Hacía tres meses que el doctor C’ell había perdido todo su cuerpo durante un experimento científico en la “Corporación de Investigación y Formación Nuclear”; después de la terrible detonación sólo pudo sobrevivir su cabeza con el cerebro y los ojos intactos, quizá algunos segmentos de piel y algunos huesos. A C’ell, que era un científico notable y había dejado paradas, tras el accidente, varias investigaciones de vital importancia, le fue imposible a la corporación dejarlo partir a los misteriosos dominios de la muerte. Construyeron mediante fibras sintéticas un nuevo doctor C’ell idéntico al que había sido al menos en el exterior, a este cuerpo le metieron el cerebro brillante que aguardaba intacto en un contenedor especial dormido en un líquido purpúreo y salino, los hubieron de conectar mediante redes micro eléctricas que además decodificaban los deseos y pensamientos del cerebro natural mediante pequeñísimos chips que transportaban la información a una micro computadora en una cavidad situada estratégicamente en la zona pectoral, desde ahí maquina y cerebro convivirían infinitamente o hasta que la corporación lo requiriera. Con los trozos de piel que subsistieron cultivaron más, cubrieron el cuerpo sintético con la dermis nueva y ésta debía ser humectada durante un período prolongado en una mezcla líquida especial de sales y nutrientes esenciales, de este modo cuando el doctor C’ell volviera a la vida, habría de dormir cada noche durante varias horas en un contenedor especial con este líquido. El nuevo doctor, mucho más resistente que el de antes, no necesitaba comer ni defecar pues no había tracto digestivo, le habían adaptado por pura estética los miembros genitales de un porcino cuya erección era posible gracias a un pequeño contenedor de líquido neutro que se llenaba mientras el doctor C’ell dormía y que se mantenía vivo nutriéndose a su vez con el líquido nocturno, este accesorio le concedería al doctor el privilegio —en su nuevo estado— de tener relaciones sexuales casi con el mismo placer que seguramente hubiera de sentir antes del accidente. Cuando el contenedor llevaba demasiado tiempo con el mismo líquido, la microcomputadora del interior de C’ell mandaba un mensaje a su cerebro para que éste sintiera ganas de orinar, se descargaba la mitad del líquido y se renovaría la otra mitad en la noche, lo cual le concedería la posibilidad de tener al menos una erección durante el día siempre y cuando se humectara cada noche como era debido y también le obligaba a ir al baño a orinar una vez al día. Todo esto, aunque en el sentido estricto de la ciencia era innecesario, contribuía de alguna manera a mantener cuerdo al individuo y que sus nuevas condiciones no le desquiciaran haciéndole sentir del todo ajeno a la vida humana. Lo único indispensable que requería el nuevo doctor era el sueño, los científicos del globo no habían podido en ciento veinte años, hallar una forma de prescindir del sueño, pese a que se había abierto el campo de esta investigación desde mucho antes que ocurriera la “Guerra de Fusiones” y la corporación existiera, lo más que había logrado la ciencia onírica era reducir las horas necesarias de sueño de siete u ocho a solamente la mitad que eran cuatro, pero seguía siendo necesario dormir cada noche y muchas veces las personas que no tenían acceso a la dosis semestral del inhibidor, tenían que conformarse con inyecciones de drogas más baratas para mantenerse despiertos en tanto los demás lo estaban, sólo desistían de dicha operación cuando podían conseguir una orden oficial falsa o el dinero suficiente para adquirir la dosis. No era la primera vez que la corporación llevaba a buen termino este tipo de hazañas y finalmente había salvado lo único que le interesaba de C’ell: su cerebro, y ahora el doctor estaba casi listo para volver a la vida con su nuevo cuerpo, sumergido en un líquido rosáceo, hacían los últimos ajustes a su mezcla humectante de diario, el cerebro o más bien el doctor C’ell en su nuevo cuerpo simplemente soñaba con su vida pasada desde la pecera vital que lo contenía.

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