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La muerte de un artísta Xavi Carbonell |
Es una palpitación acelerada y luego fu… nada.
Un par de horas, un par de minutos, dos pares de días,
se viene el universo a la hoja en blanco,
se vienen en tropeles los significantes, los fonemas, las grafías.
La página muere simplemente,
la página agoniza simplemente,
deja de darse la página
del interior del pubis a los rostros sedientos.
¿Cómo será tocar el infinito?,
mecerse con el eco de la gloria,
la oscilación encarnada de las palabras,
la discontinuidad de los instantes.
Una insinuación celeste ha de ser,
una rimbombante nota, tal vez,
un lumínico gran grito;
erizado desierto en el hipotálamo,
en las cavidades laxas de la corteza,
en los hemisferios todos del axón.
He jugado a embridarme en mis razones comunes,
a declinar a favor del Dios avecindado a mí,
a crear con paciencia la oración unificada,
a secundar los alcances del Parnaso,
a huir del ruido cuando no se está;
pero siempre termino guarecida,
sin saber cómo la página,
cómo la noche,
cómo el mito,
cómo la discontinuidad espacio-temporal.
No puedo más,
callo, pero,
¿cómo será la muerte de la página?,
el silencio nacido,
la estrechez de las notas que quedaron varadas,
un inmediato galimatías de sonidos,
una precariedad
agonizando
agonizante.
Nidya Areli Díaz.
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