Por
César Abraham Vega Guerra.
Virgo
I
Eran cerca de las once, hacía demasiado
calor, así que me quité la camisa, sin embargo el vapor que despedía la plancha
me sofocaba, solo me faltaban un par de pantalones por planchar pero yo tenía
tanto sueño, todo aquel procedimiento lo repetía prenda tras prenda sin pensar
mucho, sin sentir nada, escuchando el chisporrotear de la lluvia sobre el pasto
del jardín. A veces paseaba mis ojos apagados por los rincones de la cocina,
miraba la estufa cubierta de una gruesa capa de cochambre y grasa; me prometía,
como tantas veces que ya pronto la iba a limpiar, pero no había tiempo para
nada, ni pa' pensarla, pues.
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Ouija Iván Andrés Arias García |
Luego miraba las ventanas empañadas que
daban al oscuro patio de atrás, miraba las telarañas colgadas del techo, y las
cochinillas en los rincones del roda-pies; luego mi mirada se clavaba en el
retablo de la Lupita; le miraba sus ojitos gachos, su piel morena, sus labios
tenues y delgados, su semblante de tedio, de sueño, de desmayo. ¡Qué cansada se
ve, chinga!, pensaba. Mis ojos caían de los pies de la virgen a las piernas de
mis pantalones, cuidando el pliegue, marcando las pinzas, desarrugando cada
pedacito de tela... antes de que mi mirada volviera a hacer el recorrido una y
otra vez.
Desde mi lejana hipnosis escuche el aullido
del teléfono salir de entre las penumbras de la recámara, creo que mi cuerpo
subió con lentitud las escaleras y tanteó, entre la oscuridad de la planta alta,
el pasaje justo a la recamara, buscó en las penumbras y contestó con muy poca
gana. Digo que creo porque en realidad ya no me acuerdo si subimos juntos y entre
ambos contestamos la llamada. Según yo lo recuerdo, yo me enteré después justo
en el modo en que un amigo te pone al tanto de los hechos en los que no
estuviste presente pero que de algún modo te conciernen.
Pues el fulano, el tal este... “mi cuerpo”
me contó cuando bajó que había nos llamado el Capirucho, quesque para recordar nos
que mañana era la fiesta, que chin chin si yo faltaba, que me tocaba llevar
algo de chupe, y que ya había armado el business con la Elena, na' más pa' que
me fuera yo animando y que no convenía nos faltar.
¡Puuuta ma'! ¡Qué vato tan gandalla!
¿Viernes? ¿Mañana es viernes? ¡Ah, cabrón! ¿En qué día vivo?
Sentí me despertar un poco, porque vi el
rostro, el de mi cuerpo, partirse en dos con una sonrisa de tarado, sin darme
cuenta que la plancha ardía sobre mi mano.
II
Me puse el panto azul, el que era del
tacuche de mi jefe, me rasuré la cara bien bonito, valiéndome madres que yo
siempre había sido bien pinche lampiño; me puse mis papos mas chiditos, y me
aventé el kilo de gel pa' tirar rostro. Me monté en la troca y me lanzé pa'
Xochimilco a la casa del Capiru, sí me entusiasmaba un buen la idea de
ver a la Elenita, la neta es que sí me pasa un resto. Y en el camino me topé un
Óxxido y aproveché para comprar los tequilawers. De ahí le metí pata en serio
porque ya me había colgado un chingo.
Entre más me acercaba a la casa del Capiru,
más me daban ganas de rajarme, pensé en retacharme un par de veces, pero ni
madres, ya estaba cerca, ya no me iba a culear. Aunque la neta antes de entrar
si me tuve que echar un par de pistos y darme un trenecito porque sí estaba
acobardado gacho. Después de aquello ya todo fue el relax.
Crucé la avenida con un tabaco en los
labios, toqué la puerta con una mentadita, me abrió el Botargas, y luego luego
se alebrestó al ver el chupe. Entré y saludé a la banda, pero entre más me
acercaba a las chamacas, sentía que las patas se me hacían de trapo.
Ahí estaba la Elenita, con sus ojos verde
mota, más chula que ninguna de las morras, pero nomás la saludé de lejos porque
sentía que se me estaba paralizando el miembro y no quería verme muy
pervertidote saludando de beso a las morras con la verdura toda tiesa. Además
la Elena me pasaba en serio, neta, yo ni la morboseaba, yo no la quería para
cogérmela, bueno sí, pero me latía igual para otras cosas, para un putimadral
de cosas... Y eso siempre me había valido un pito con mis otras viejas. Pero
ella, ella me pasaba hasta pa' platicar. ¡Qué chingaos!, ¿no?
Yo no le quité un puto ojo de encima
durante toda la noche, y siento que se dio tinta de eso, a veces ella también
volteaba a verme y me sostenía esa mirada que me da un miedo cabrón y yo
prefería mirar para otro lado y hacerme bien pendejo.
Fue una fiesta bien pinche fresky, y la
neta yo no me quería empedar pa' no hacer ridículos frente a Elenita, era una
morra muy sexy, pero era más inteligente, amable, seria y bien bonita.
Al Güero se le ocurrió sacar la güija
pa' que jugáramos con el patas de cabra, pero nel, nunca nos contestó, luego al
Pochas se le ocurrió que invocáramos al Pedro, el valedor ese había muerto hacía
tres años en un desmadre en la Morelos, pero el carnal tampoco nos peló, y así
estuvimos haciéndole al wey un rato, y la neta es que yo ni hacía mucho caso
porque na' más me la pasaba fisgoneando a la Elena.
Entre todo el desmadre llegó mi turno de invocar
a un espíritu súper natural, yo no me la quise pensar mucho y con el tabaco
entre los labios murmuré con un sonsonete entre mamón y macabro: Yo les voy a
traer de nuevo a este mundo, desde su último sepulcro a la más triste y más
vengativa de las almas. A la apuñalada y angustiada... Chokani. Todos me
miraron estupidizados sin apenas entender. Necesito sangre virgen, les dije
perverso, mientras depositaba todo el peso de mi mirada obscena sobre la carita
chula de la Elena... Ella me miró fría intentando aparentar que no sentía
vergüenza... Mordí mi meñique hasta que perforé mi piel con los colmillos y extraje
un poco de mi sangre y así la lancé en un escupitajo sobre la güija
Y fue ahí... ahí donde empezó a joderse
todito...
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