domingo, 23 de junio de 2013

Doce

Por César Abraham Vega Guerra. 

Virgo 

I 

Eran cerca de las once, hacía demasiado calor, así que me quité la camisa, sin embargo el vapor que despedía la plancha me sofocaba, solo me faltaban un par de pantalones por planchar pero yo tenía tanto sueño, todo aquel procedimiento lo repetía prenda tras prenda sin pensar mucho, sin sentir nada, escuchando el chisporrotear de la lluvia sobre el pasto del jardín. A veces paseaba mis ojos apagados por los rincones de la cocina, miraba la estufa cubierta de una gruesa capa de cochambre y grasa; me prometía, como tantas veces que ya pronto la iba a limpiar, pero no había tiempo para nada, ni pa' pensarla, pues.
 
Ouija
Iván Andrés Arias García
 
Luego miraba las ventanas empañadas que daban al oscuro patio de atrás, miraba las telarañas colgadas del techo, y las cochinillas en los rincones del roda-pies; luego mi mirada se clavaba en el retablo de la Lupita; le miraba sus ojitos gachos, su piel morena, sus labios tenues y delgados, su semblante de tedio, de sueño, de desmayo. ¡Qué cansada se ve, chinga!, pensaba. Mis ojos caían de los pies de la virgen a las piernas de mis pantalones, cuidando el pliegue, marcando las pinzas, desarrugando cada pedacito de tela... antes de que mi mirada volviera a hacer el recorrido una y otra vez.

Desde mi lejana hipnosis escuche el aullido del teléfono salir de entre las penumbras de la recámara, creo que mi cuerpo subió con lentitud las escaleras y tanteó, entre la oscuridad de la planta alta, el pasaje justo a la recamara, buscó en las penumbras y contestó con muy poca gana. Digo que creo porque en realidad ya no me acuerdo si subimos juntos y entre ambos contestamos la llamada. Según yo lo recuerdo, yo me enteré después justo en el modo en que un amigo te pone al tanto de los hechos en los que no estuviste presente pero que de algún modo te conciernen.

Pues el fulano, el tal este... “mi cuerpo” me contó cuando bajó que había nos llamado el Capirucho, quesque para recordar nos que mañana era la fiesta, que chin chin si yo faltaba, que me tocaba llevar algo de chupe, y que ya había armado el business con la Elena, na' más pa' que me fuera yo animando y que no convenía nos faltar.

¡Puuuta ma'! ¡Qué vato tan gandalla! ¿Viernes? ¿Mañana es viernes? ¡Ah, cabrón! ¿En qué día vivo?

Sentí me despertar un poco, porque vi el rostro, el de mi cuerpo, partirse en dos con una sonrisa de tarado, sin darme cuenta que la plancha ardía sobre mi mano. 

II
 
Me puse el panto azul, el que era del tacuche de mi jefe, me rasuré la cara bien bonito, valiéndome madres que yo siempre había sido bien pinche lampiño; me puse mis papos mas chiditos, y me aventé el kilo de gel pa' tirar rostro. Me monté en la troca y me lanzé pa' Xochimilco a la casa del Capiru, sí me entusiasmaba un buen la idea de ver a la Elenita, la neta es que sí me pasa un resto. Y en el camino me topé un Óxxido y aproveché para comprar los tequilawers. De ahí le metí pata en serio porque ya me había colgado un chingo.

Entre más me acercaba a la casa del Capiru, más me daban ganas de rajarme, pensé en retacharme un par de veces, pero ni madres, ya estaba cerca, ya no me iba a culear. Aunque la neta antes de entrar si me tuve que echar un par de pistos y darme un trenecito porque sí estaba acobardado gacho. Después de aquello ya todo fue el relax.

Crucé la avenida con un tabaco en los labios, toqué la puerta con una mentadita, me abrió el Botargas, y luego luego se alebrestó al ver el chupe. Entré y saludé a la banda, pero entre más me acercaba a las chamacas, sentía que las patas se me hacían de trapo.

Ahí estaba la Elenita, con sus ojos verde mota, más chula que ninguna de las morras, pero nomás la saludé de lejos porque sentía que se me estaba paralizando el miembro y no quería verme muy pervertidote saludando de beso a las morras con la verdura toda tiesa. Además la Elena me pasaba en serio, neta, yo ni la morboseaba, yo no la quería para cogérmela, bueno sí, pero me latía igual para otras cosas, para un putimadral de cosas... Y eso siempre me había valido un pito con mis otras viejas. Pero ella, ella me pasaba hasta pa' platicar. ¡Qué chingaos!, ¿no?

Yo no le quité un puto ojo de encima durante toda la noche, y siento que se dio tinta de eso, a veces ella también volteaba a verme y me sostenía esa mirada que me da un miedo cabrón y yo prefería mirar para otro lado y hacerme bien pendejo.

Fue una fiesta bien pinche fresky, y la neta yo no me quería empedar pa' no hacer ridículos frente a Elenita, era una morra muy sexy, pero era más inteligente, amable, seria y bien bonita.

Al Güero se le ocurrió sacar la güija pa' que jugáramos con el patas de cabra, pero nel, nunca nos contestó, luego al Pochas se le ocurrió que invocáramos al Pedro, el valedor ese había muerto hacía tres años en un desmadre en la Morelos, pero el carnal tampoco nos peló, y así estuvimos haciéndole al wey un rato, y la neta es que yo ni hacía mucho caso porque na' más me la pasaba fisgoneando a la Elena.

Entre todo el desmadre llegó mi turno de invocar a un espíritu súper natural, yo no me la quise pensar mucho y con el tabaco entre los labios murmuré con un sonsonete entre mamón y macabro: Yo les voy a traer de nuevo a este mundo, desde su último sepulcro a la más triste y más vengativa de las almas. A la apuñalada y angustiada... Chokani. Todos me miraron estupidizados sin apenas entender. Necesito sangre virgen, les dije perverso, mientras depositaba todo el peso de mi mirada obscena sobre la carita chula de la Elena... Ella me miró fría intentando aparentar que no sentía vergüenza... Mordí mi meñique hasta que perforé mi piel con los colmillos y extraje un poco de mi sangre y así la lancé en un escupitajo sobre la güija

Y fue ahí... ahí donde empezó a joderse todito...

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