Por María de Jesús Gómez Lazos.
II
Un, dos, tres por mí, que por ti no digo nada.
Corazón ¿por qué te escondes?
Ve el rincón, está vacío
como el frasco de botones
como en octubre tu jaula
Corazón, perdí la cuenta
¿Cómo sabré abrir los ojos cuando sienta tu llegada?
Para la siguiente herida se habrá terminado el café y sobrará
el insomnio oculto bajo la manga. Si usted la busca es que existe, si la
encuentra… En la próxima estación el humo se hará más denso: no corra, no
grite, no empuje.
Ella intentará engañarlo, sea sincero pero sospeche cuando
pierda el interés. Conoce todos sus movimientos, sus hábitos alimenticios, sus
gustos. Lo ha visto titubear hasta quebrarse, lo ha atrapado en su mentira, le
ha sacado una ilusión. No es peligrosa, sólo natural como la muerte.
Caminemos, caminemos. Respire: aventuras de cruzados,
rizos de oro en cucharadas de alcohol, el hombre puede vivir solo porque fue solo
como nació. Campo y ave, río sin agua. Canto leve. Proyección.
Quítese los zapatos si pretende pisar el sol.
Un, dos, tres por mí
Un, dos, tres, así
Un, dos, tres, te vi.
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