Por María de Jesús Gómez Lazos.
VIII
No siempre existe lo que se busca, ni se busca siempre
lo que existe. Sus pisadas pudieron ser surcos viajando en espiral; puntos
mudos, firmes o vacilantes; huellas con grecas torcidas; códigos secretos en
escritura binaria…
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Oleaje en el mar Antonia Moraga Olivares |
Pudo ser
pero ella juega y llegará el momento en que no tenga con quien jugar. Entonces
romperá las reglas de los otros juegos. Pegará las piezas de los rompecabezas,
los llenará de besos y velará sus sueños hasta que se levanten fuertes,
saludables, enteros y puedan correr por ahí como galgos alegres. Abrirá orificios
en los paraguas, en las suelas de los zapatos, en los libros. Se rociará
alpiste en la cabeza para alimentar a las aves. Y cuando nadie recuerde su
nombre aprenderá a volar.
Es que
ella se entiende con el viento. Su amor es de tardes verdes endulzadas con miel
de abeja. Cantos simples, caricias suaves. Él es niño y aún no se la puede
llevar. Acostada en el pasto anhela el día en el que modelará a las nubes a su
antojo. Le llueven las hojas, se vuelven peces, de cada árbol un barco se hace
a la mar.
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