El grito rojo
Carmen Luna
Ciudadano rojo
Focos rojos inundan la ciudad, se distribuyen por las calles acompañadas de portentoso sonido, crónicas de un lamento urbano. ¿A dónde huir?, se preguntan unos. ¿Cuánto tiempo más durará esta situación?, se cuestionan otros. Llego a una esquina cercana a mi domicilio, la luz verde indica seguir hacia delante, volteo alrededor antes de cruzar la calle, me asombra el hecho de hallar detenidas en el espacio a las personas y objetos, de alguna forma se terminó el movimiento de las masas. Mientras avanzo pretendo olvidar dicho suceso, no encuentro las llaves del apartamento, vuelvo a las calles, camino en reversa para intentar recordar cómo comenzó la historia de hoy, todo está como antes.
Estoy refugiado debajo de un auto tras la explosión del restaurante en el cual solía tomar café por las noches, una camioneta con hombres armados disparan al libre albedrío, antes usaban máscaras para encubrir su identidad, ahora no tienen miedo de ser reconocidos. ¡Al suelo, al suelo! Ciudadanos cubiertos de sangre, heridos, gemebundos. ¡Ayuda! Ha pasado el peligro, y en lugar de auxiliar a los demás, las personas se disponen a grabar con sus celulares las ruinas en los rostros rojos, imágenes que serán usadas para subirlas a las redes sociales, conseguir algo de fama o dinero, salir en los periódicos y, quizá mañana también formen parte de esta calamidad.
Entre los escombros los soldados se ocultan, la gente comienza a unirse, vestida de color blanco se reúne, avanzan antes de que el futuro decida exterminarlos, al menos tener la sensación de lucha en la piel alivia el espíritu, comienzan los gritos, reclamos y hasta poesía dirigidos a una sola figura humana, responsabilizándola en absoluto de su situación, en tanto continua su paso la mancha blanca, otros seres, ciudadanos rojos los vigilan, van directo a una hoguera sin saberlo, parece estar previsto, es el fin, comienza el incendio, el líder que los conduce se prende fuego en el cuerpo, lo siguen los demás, insisten...es el fin.
Otra vez ha llegado el amanecer, descubro el cielo con un hermoso resplandor, encuentro mi reflejo en el baño, un poco de barba de hace dos días, mis labios secos, los ojos verdes, las líneas de expresión, lo de ayer fue una pesadilla -me repito-. Sin embargo todo sigue quieto y oscuro, ¿qué voy a hacer?, ¿hacia dónde debo dirigirme? Me visto y desayuno. Tomo un trapo, lo uso para limpiar la sangre de un rifle AK-47, también recargo el cartucho, está listo. Debajo del colchón guardaron dinero, queda muy poco, así que me llevo una bolsa con algunos gramos de cocaína para lo que se ofrezca, ¿hace cuánto que no vuelvo a casa?
Frank CasPe.
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