To be reborned
Remedios Varo
Para hallar la concentración hay que poner la mente en blanco, se debe cerrar los ojos con lentitud, respirar acompasadamente y pensar con fuerza en cada rítmica exhalación. Hay que encontrar muy dentro del pecho lo que uno buscaba en el origen, lo que uno quería aún antes de mirar la luz del mundo, hay que recordar allá, muy en lo remoto, lo que Dios nos encargó, era algo sencillo y muy directo, pero, al llegar, el mundo era de tantos y tan brillantes colores; nos llenamos de sensaciones y luego de sentimientos de todos tipos, de ideas refulgentes y acechadoras, y en algún punto olvidamos en qué consistía la tan escueta misión y… quiénes somos. Comenzamos a ser lo que nos dijeron otros, a adoptar misiones de otros, a cuidar nuestra propia imagen para no desilusionar a los otros, y la existencia perdió sentido: Dios murió.
Ahora, para encontrarnos de nuevo, hay que cerrar los ojos y respirar muy hondo, y sentir cada inhalación como si fuera la última. Hay que dejar de pensar en los colores del mundo aunque nos deslumbren, hay que buscar en el pecho y en la mente. Al cerrar los ojos a conciencia y a contraluz, se pueden ver las paredes, la cavidad del vientre materno con su luz infrarroja del origen, cuando aún éramos gérmenes enviados por la fuerza del big bang, un dios de cosmos y estrellas y centellas en medio de la nada. Entonces, con los ojos bien cerrados, con los pulmones dispuestos a la vida, con el corazón bien colocado y presto a sentir, tal vez sea posible saber, recordar el verdadero motivo, quizá sea posible que la cavidad matriz del vientre abandonado e infrarrojo que nos sigue dentro del propio ser, nos lo recuerde.
No se trata del Dios de las iglesias, ni del ruido y el rugido estrepitoso del mundo, ni siquiera de lo que hay alrededor. Se trata de cerrar los ojos… cerrar los ojos y recordar lo que había allá en lo remoto, cuando nos dijeron la primera vez que esto o aquello estaba mal, y a nosotros nos pareció que en realidad no lo estaba…, pero hicimos caso, y fuimos del mundo y no de nosotros mismos.
Nidya Areli Díaz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario