domingo, 15 de mayo de 2011

Encuentros


Enfermo en la noche 
Ernst Ludwig Kirchner

El día siguiente
Me levanto después del atardecer apenas encuentro los últimos suspiros de luz a través de las ventanas que rodean el cuarto donde me encuentro encerrado mientras me recupero de una operación quirúrgica. Estoy en un hospital del sur de la ciudad, alcanzo a escuchar al cielo retorcerse de la emoción, suelta unas cuantas lágrimas por debajo de sus nubes, quiero salir pero las piernas están vendadas por completo, intento moverme y no puedo, no estoy triste, sólo deseo ponerme de pie, pensar que no ha pasado nada, imagino el entrenamiento de los días anteriores: mil metros divididos en cuatro secciones, doscientos cincuenta metros a toda velocidad, luego trotando, así, hasta completar cinco veces la sesión, luego subir y bajar los escalones del estadio, descanso de media hora y de inmediato volver a la rutina de las pesas; para mantener el cuerpo activo, por la tarde, una sesión de pateo y técnicas de combate con todo el equipo de la escuela, todo esto durante al menos tres meses para llegar bien preparado a la competencia nacional. Estamos cerca, este año iría por el primer lugar, siempre he sido un buen competidor, pero eso ya no me satisface, necesito sentir esa sensación de estar en el podio por encima de los demás, la deseo, y al menos mantendré la motivación por un año más, de nuevo a la espera de otra oportunidad.
       Soy un competidor de Taekwondo, llevo siete años en este deporte y me fascina despertar al día siguiente con el dolor en mis piernas tras haber entrenado con toda la fuerza y energía que ello implica, cuando empecé a entrenar era demasiado temeroso y, a decir verdad, aún lo sigo siendo; en esencia uno no cambia, sólo que cuando estás ahí adentro, en la zona de combate sacas lo mejor que puedes ser, soy entonces una persona tímida que no gusta de hacer daño a sus contendientes, el que te derriba pero no quiere que caigas, un amigo después de todo.
       Hace calor, esto es un desierto, no tengo compañero de habitación. En un intento por evaporar lo que pasa dentro de mi cuerpo, mi mente crea un florero con un ramo y una tarjeta con algún escrito que me desea mi pronta sanación, ya sé que no es para tanto, ni que fuera alguien famoso, además solo he estado medio día en reposo, mañana seré dado de alta… y otra vez a caminar. Poco a poco, nada de cargar cosas pesadas -me ha indicado el doctor-, no es nada grave lo que me pasa, y no tengo ganas de contar qué tengo o tenía, porque todo salió bien, de eso estoy seguro.
       Al fin oscureció, las enfermeras vienen a darme medicamento, a revisarme, ninguna está bonita, tampoco sonríen, ellas parecen las enfermas. Prendo la luz, acerco una novela de un autor japonés, la abro, leo un par de páginas, con pocas palabras se logra despertar la imaginación. Me canso, apago la luz, giro la cabeza hacia mi lado izquierdo, al rato salgo, me duermo.
Frank CasPe.

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