Última cena mexicana
Gustavo Monroy
Recuerdo que cuando leí los cuentos de Dormir en tierra de José Revueltas, me quedé asombrado por la capacidad que despliega el escritor mexicano que logra colocar al lector dentro de un ambiente de terror en el que, involuntaria y forzosamente, se ve involucrado. Especialmente en el cuento llamado “Hombres en el pantano” Revueltas logra hacerte sentir asediado: asediado por un pequeño pero mortal soldado japonés, asediado por el hambre, por el sueño, por el miedo, pero principalmente asediado por la muerte. Intempestivamente “sientes” el disparo desde el fusil de un enemigo y esperas que no seas tú el alcanzado, que vivas para tener un nuevo acceso de tos o para llorar tu terror nuevamente como aquel infortunado soldado de Arizona. En un breve texto de apenas tres cuartillas, Revueltas logra colocar tres días con sus noches de enloquecedor suspenso. Aunque más bien son 4,320 minutos o más explícitamente 259,200 segundos plenos de angustiante suspenso. Así de largo es el tiempo que, como lector y como actor de la trama, te hace sufrir el escritor duranguense. Sin embargo, al cerrar el libro queda el agradable sabor de una buena lectura y la sensación de adrenalina que el autor sabe compartir con sus lectores. El terror se desaparece, el soldado japonés y su rifle de asalto pierden su calidad de asesino y la muerte -por lo menos la literaria- deja de asediar al entusiasmado lector. Pero... ¡Carajo! siempre hay un pelo en la sopa. ¿Qué pasa cuando ese terror se instala en la vida cotidiana?, ¿qué pasa cuando es la verdadera muerte violenta y cruel la que asecha a cada uno de nosotros, cuando cada uno de los habitantes de este país (¡pobre país!) sufre aquel martirio impuesto por el rey Dionisio de Siracusa a aquel griego adulador y que dio origen a la leyenda de la “Espada de Damocles”?
Y, ¿a qué viene todo lo anterior? El día 6 de julio de 2011, dentro del noticiario de Ciro Gómez, se dio a conocer un video verdaderamente aterrador en donde dos hombres tirados, maniatados, son torturados salvajemente por otro grupo de hombres mientras una voz los insta a golpearlos hasta la muerte. ¡Ese es nuestro verdadero México! El México actual, el México que cada uno de los ciudadanos “de a pie”, sin guaruras, ni escolta, ni estado mayor que nos proteja, nos toca vivir cotidianamente. Me pongo, o mejor dicho, me han puesto del lado de todos aquellos conciudadanos que ya están ¡Hasta la Madre! Finalmente y con zozobra en el corazón vienen a mi mente aquellos versos de Herrera:
veré colgada de un sutil cabello
la vida del amante embebecido
en su error, en engaño adormecido,
sordo a las voces que le avisan dello.
Berto Naviera.
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