SOLILOQUIO SUICIDA
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La suicida Juan Carlos Boveri |
entre un batir de vientos virulentos, bizarros;
calmada estoy calmada, y también desquiciada,
No han venido los cálices hirsutos de noviembre,
no llegó la sustancia votiva del exilio.
En cambio tuve sí, en camino de mí, la encrucijada
de dejarme silente en osamenta o levantar de nuevo
los huesos rumorosos de tertulia interior.
¿Es que estoy encriptada desde muerta?
Yo fui la niña muerta, por Dios,
fui la fantasma derruida de las horas familiares.
Yo le dije a mi padre que olvidara las horas,
y recordara siempre mi cara desmayada.
No divisé el olvido ni cerca ni de lejos
ni hubo recortes dignos de mi sed en los diarios,
y desahuciada de vida me vi correr al sol,
tan tuerta y tan herrada, tan lejana de Dios.
¿Por qué no morí tan sólo de una vez?
Se negaron quizás, a mis ojos, los efluvios violentos del Apocalipsis.
En cambio tratos tuve con Belcebú en desiertos,
en valles remojados con gotas de maná.
Mandó Yavé a mis manos las espinas de Cristo,
le respondí con rezos un insulto carnal.
¡Me dejas destetada en esta tierra sepia!,
mientras se modifica mi espina vertical.
¡Me dejas desterrada, Creador irrebatible!,
soy sólo la cadena deshilada de Adán.
Y Adán me dio su mano, mamé leche de Eva,
cerré por fin los ojos para no despertar.
Nidya Areli Díaz.
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