domingo, 10 de junio de 2012

Columna Vertebral


Alegoria de la píntura al arte de la música
Albert Joseph Moore

La música es parte fundamental de nuestras vidas. Resultaría raro pensar en un sólo día en que no hayamos escuchado por lo menos un fragmento de algún tema, ya sea por voluntad propia o porque las circunstancias nos obligaron a ello. Ello  ocurre frecuentemente durante nuestros viajes en el transporte público, en el lugar donde trabajamos, en nuestras salidas al mercado, e incluso en nuestra propia casa (no faltará ese vecino que, con singular alegría, subirá todo el volumen de su aparato de audio para compartirnos muy amablemente  lo que escucha). Este gusto por la música es algo que se viene cocinando desde hace ya varios milenios. Sabemos por el dibujo que se encuentra en la cueva de Gabillou (en Francia) y que fue hecho por un hombre del paleolítico, (que data del año 12000 a. C.) en el que se representa la figura de un hombre danzando, que ya en esa época la música formaba parte de la vida de las personas. Desde ese entonces hasta la actualidad han acontecido muchas transformaciones y, para ilustrarnos, baste pensar en todos los instrumentos musicales con sus respectivos procesos evolutivos.
          Así como la música tiene una historia que es colectiva a la humanidad, también tiene una historia personal con cada uno de nosotros, podríamos incluso tratar de establecer una especie de mapa musical que tendría que incluir una serie representativa de temas que al escucharlos nos hacen sentir algo especial; es por esta característica que José Doménech Part define a la música como “el arte de ejercer influencias sobre el espíritu humano mediante una combinación  de sonidos y silencios”. En algunas ocasiones, lo que escuchamos nos provoca esas sensaciones por simple evocación, pues trae a la memoria a alguna persona o época específica de nuestras vidas. Sin embargo, el proceso no siempre es el mismo. Existen sensaciones especificas que están fuera del campo de esas remembranzas, así por ejemplo, ciertas notas musicales ejecutadas con un piano nos pueden llegar a doler en una parte de nuestro ser que no podríamos ubicar con precisión, aunque tuviésemos una vista completa de nuestro cuerpo por dentro y por fuera. Aquí cada uno tendrá su instrumento o instrumentos (de tortura) favoritos que, por cierto, no sólo provocan sufrimiento porque también pueden llenarnos de un placer sobrenatural.
          Una de las cualidades más interesantes de la música es que podemos adentrarnos en algún tema como exploradores en una selva virgen  y  descubrir con asombro todos los elementos que la conforman y le dan vida propia y, para ello, no queda más que aguzar bien el oído y disponer las orejas cual receptores satélites.
Jorge Iván Dompablo.

1 comentario:

Madeja Lazos dijo...

Lo que más me gusta de la música es que no hace falta pensarla para sentirla.

Es un lugar común, ni modo, pero prefiero escuchar a Chopin que escribir otra cosa.

Gracias.