El túnel
Carlos Ardohain
El pasado 24 de junio se cumplieron cien años del nacimiento de Ernesto Sabato. Argentino singular que, después de estudiar un doctorado en física en la Universidad de La Plata en Argentina y trabajar en el Laboratorio Curie en París, a partir de 1945 abandona totalmente sus actividades científicas para dedicarse a la literatura. Sabato es uno de los escritores que me marcó en los inicios de mi carrera. Hace ya algunos años, tomando clase con la maestra Flor, su novela El Túnel fue tema de una de mis tareas. Cómo no recordar aquel impresionante y estremecedor párrafo con que inicia su novela: “Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.”, frase que es la puerta de entrada a un mundo desconcertante y quizá demasiado íntimo del cual, una vez atrapado en él, no hay escape. He de confesar que en aquellos entonces poco conocía de la literatura hispana, creo que no era más que un lector de best-sellers perdido en el vasto universo de los libros. Cómo es que poco a poco me fui convirtiendo en otro tipo de lector. Es sorprendente el proceso de cambio que ocurre en nuestras mentes y, en consecuencia, en nuestras preferencias. Cómo el perfil del “lector profesional” diría el maestro Quirarte se va forjando dentro de las paredes de las aulas de la Facultad. Y así, casi sin sentir, terminé inmerso es este mundo de la literatura en español, sin olvidar, claro, los inmanentes límites que marca Gabriel Zaid con respecto al mundo de las letras y los libros. Empero, el inicio de cualquier viaje es siempre el primer paso, es ese trémulo momento el que te adentra o te arroja para siempre de ese universo deslumbrante e “inútil” de la letra escrita. Y permítaseme aclarar el por qué lo llamo “inútil”: para aquel ajeno a la adicción a la letra impresa, nuestra manía de llenarnos de libros y de gastarnos los ojos en ellos no pasa de ser un pasatiempo de gente ociosa. Desconsolador estigma que hay que aceptar en este país que según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD) en su estudio “Hábitos de lectura” ocupa el lugar 107 de una lista de 108 países con un promedio percápita de 2.8 libros leídos anualmente por cada mexicano. Donde, como dice Guillermo Sheridan: “...al mexicano (el 99.99 por ciento) no le gusta leer. Es más, no sólo no le gusta leer, no le gustan los libros ni siquiera en calidad de cosa, ni para no leerlos ni para nada, vamos, ni para prótesis de la cama que se rompió una pata”.
Es por esto mi celebración de ahora: por haber coincidido en tiempo, aunque no en espacio, con un literato de la magnitud del argentino Sabato. Porque su libro fue para mí aquel primer paso con que inicié este viaje. Porque aquel primer párrafo me sigue fascinando, porque sigue despertando en mí la curiosidad de saber los motivos del asesino y los pormenores de la trama. Gracias por compartir tu mundo Ernesto Sabato.
Berto Naviera.
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