domingo, 6 de mayo de 2012

Encuentros

L u p i t t e r

Decía ella que Lupitter sería un hombre de treinta y tantos años capaz de enfrentar las más peligrosas batallas del futuro, el héroe que la nación necesitaba: sus triunfos serían recordados por siempre, su liderazgo: un ejemplo para las nuevas generaciones, él lucharía contra la injusticia social, un guerrero espiritual, una versión renovada de Gandhi.


Noche estrellada
Vincent van Gogh

          Espera, yo soy Lupitter, tengo treinta y un años, llevo varios meses sin empleo, cada semana reviso los diarios para encontrar alguno y aún no lo he logrado; si es que existe la suerte, ésta aun no se ha revelado. Vivo en un cuarto pequeño, a estas alturas debo ser moderado con mis gastos, estoy sentado sobre una especie de colchoneta en la que me recuesto en el suelo para descansar o dormir, las cobijas están desacomodadas, no he hecho la limpieza, mientras tanto me alimento de atún, raspo la lata y lamo sus trocitos, al terminar bebo agua transparente de una botella de plástico, algunas gotas se derraman sobre la barba que me he dejado crecer hasta conseguir una llamada entrante al celular, acostumbro estar aquí jugando con el Smartphone, cuando me aburro me acuesto, dejo que pasen las horas, tan predecible me he vuelto, voy a cerrar los ojos.

          Hace diez años alguien decidió dejar una historia inconclusa, vuelvo cuando tengo miedo al lugar más cercano al cielo, según su descripción infantil, comienza nuestra supuesta conversación.

          -¿Por qué te fuiste?- Le pregunté enfadado.

          -Lo siento, nunca quise herirte. ¿Por qué vuelves a este lugar?- Me cuestiona, mientras intento mirar hacia el horizonte.

          -No tengo a dónde más ir, es lo que me dejaste, aquí guardo mis mejores recuerdos- Le reproché.

          -Perdóname-. Dicho esto hubo un silencio.

          Durante los últimos días de mi vida paso las tardes contemplando los atardeceres, cada uno es distinto, pero una constante invade la permanencia en el mundo: la esperanza de encontrarse. Hoy por la mañana me sorprendió no encontrar mi reflejo; símbolo inequívoco de una próxima desaparición o tal vez necesitaré unos anteojos.

          Me debes una historia, Luppiter, debe ser fascinante, olvídate de las anécdotas con finales tormentosos, ese nombre me hará recordarte.

          Acababa de regresar de la calle, me gana la tentación de abrir la pequeña caja cuadrada de color azul que mantengo en una especie de altar, es un regalo, algo que te hace volver al pasado, la escena comienza cuando corro tras ella y subimos unas escaleras que nos llevan a la azotea de un edificio, entonces detengo la acción y concluyo que siempre es así cuando te enamoras, es un ascenso, las constelaciones parecen tangibles y cercanas.

          Ordenó que abriera los ojos, sentenció en mi memoria que el universo me pertenecía, llevó mis manos a las suyas para después rodear un cofre de cartón que contenía en su interior tres esferas de diferentes tamaños, una representaba el sol, otra la luna y una más la tierra, el resto eran estrellas hechas con la técnica de papiroflexia, nos besamos y el ocaso llegó.

          Vine a vivir por última vez aquel momento, marcho hacia adelante, para continuar abandono este espacio, el universo dejó de existir.

Frank CasPe.

1 comentario:

Loo Rebelle dijo...

Gracias por compartir esto conmigo, ya es bien sabido que escribes hermoso, pero este en particular lo guardaré conmigo. No dejes esto, lo haces magnífico, bellas palabras de aliento para corazones extraviados.